Nos cuesta arrancar este artículo sin lanzar un claro, contundente y honesto «madre mía, somos lo peor». Suponemos que esto ocurre en las mejores familias y que en casa de herrero cuchillo de palo, pero ¡ya nos valía!. Después varios años con la certeza de que necesitábamos cambiar nuestra propia web, hoy estrenamos ¡por fin! este nuevo sitio en el que mostramos nuestros servicios de marketing online, las opciones de diseño web, los trabajos realizados y algunas cositas más.

Sabemos que terminaréis visitando los diferentes apartados de la web (nosotras lo haríamos), así que vamos a compartir con vosotros algunas verdades de este proceso de «renovación web» de las que normalmente no se hablan. Son esos consejos que solemos dar a nuestros clientes y que no hemos sabido gestionar para nuestro propio beneficio (hasta hace un mes). Encontrad aquí la empatía, el apoyo o el «a ellas también les pasa» que a veces todos necesitamos escuchar 😉

Piensa bien qué quieres transmitir

Obviedad nº1, lo sabemos. Pero muchas veces es fácil que, durante el proceso de creación o rediseño de una web, se pierdan de vista los objetivos más básicos y nos distraigamos o nos veamos tentados a cambiar el mensaje, la imagen corporativa, la presencia que queremos transmitir… Ten claro cuál quieres que sea el objetivo de la web, cómo quieres que te vean y cuáles serán los puntos fuertes que quieres mostrar al mundo. Ah, y ten claro que esto mismo implicará renunciar a otras cosas: hay veces que renunciamos a SEO por imagen, a diseño por visibilidad… no te frustres por ello.

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El equipo de Buzzko revisando errores

Considera la renovación web una prioridad (más)

A menudo nos quejamos que las empresas dejan en un segundo plano su imagen digital, su comunicación online, su estrategia de marketing. Nos pasó exactamente lo mismo: nuestra prioridad era sacar adelante los proyectos de clientes y dejamos a un lado las necesidades de nuestra propia empresa. Debemos cambiar el chip y ser conscientes de que la renovación de tu web es prioritario: establece un calendario con las tareas a llevar a cabo, una fecha específica de publicación de la web y, sobre todo, destina parte de tu jornada laboral a ello.

Revisa errores y relativiza

Una vez la que está «casi» terminada, comienza la ronda de revisión de posibles errores, fallos, bugs… establece diferentes grados de importancia en los errores (leve-grave es el clásico) y ataca a los graves primero para, después, centrarte en los leves. Que la corrección de errores no frene el proceso de creación de la web.

Deja respirar a tu web

Una vez lances tu nueva web déjala respirar: que viva, que reciba visitas, y que la gente te diga (a través de alguna herramienta de análisis) qué gusta, qué falla y qué enamora de tu web. Después puedes ir modificando diferentes aspectos, apartados, etc. Nada en tu web debería ser eterno y estático.

 

 

*Todo lo aquí escrito forma parte de las experiencias vividas en nuestro caso particular. No queremos sentar cátedra (ni mucho menos).